La antropóloga
Blanca Muratorio realizó el trabajo de
campo durante cuatro veranos
consecutivos en el área de
Tena-Archidona, Alto Napo de la Amazonía
Ecuatoriana con las mujeres indígenas Quichuas, a través de sus historias de
vida y especialmente con las mujeres
adultas de la comunidad.
Los indígenas
del Napo conforman una cultura
tradicional que se vieron obligados a
adaptarse a los cambios históricos que vino con la Conquista, la evangelización
, las políticas del estados ecuatoriano
y , por último, la explotación del petróleo de sus reservas regionales. La
nueva infraestructura abrió caminos, flujo de personas foráneas por la demanda
de trabajo y la incorporación de la población indígena a la economía del
mercado.
Durante los dos
últimos años de su trabajo de campo, Muratorio, apreció el desarrollo de este pequeño centro
urbano y con ello la aparición de un espacio conflictivo de identidades
emergentes y heterogéneas a raíz de
nuevos espacios que se abren para la incorporación de las jóvenes quichuas como
la escuela secundaria que les permite la socialización con jóvenes de su edad,
las atracciones de una pequeña ciudad, el acceso a medios de comunicación
masivo como la televisión , lo que provee una nueva perspectiva de sus
identidades.
La principal
preocupación de las mujeres mayores de esta comunidad reside en que las
jovencitas son muy activas en las prácticas sexuales , llegando con ello a
tener un sobre nombre de “carachamas” como analogía al un pez nativo muy
abundante en esa zona y fácil de pescar. La sexualidad femenina pasó de un
ambiente íntimo y familiar, controlado por las restricciones del grupo a ser expuesto en un ámbito público donde la
seguridad y el bienestar no están asegurados.
El problema
primigenio de estos cambios se sitúa en el papel que las mujeres mayores van
teniendo en este nuevo escenario, ya que la verdadera reproducción social y cultural depende de ellas, de la trasmisión
de sus conocimientos y las narraciones que las acompañan.
Las jóvenes
mujeres quichuas en el proceso de convertirse en personas sexual y socialmente
adultas se enfrentan a su conciencia individual, involucradas en el proceso de
formación de su identidad donde se mezclan los modelos tradicionales y modernos
de feminidad y donde ellas van aceptando y descartando algunos elementos de
cada uno. Sus tres caminos de identidad están rigidos por el modelo de sus
mayores, el modelo de los medios de comunicación y el modelo de las
organizaciones políticas de carácter indígena.
Realizando un
enfoque en el primer camino, hay que notar que la tradición señala la crianza y
educación de una niña a cargo de su abuela materna. Las abuelas serán las
promotoras de la cultura del grupo hacia una nueva generación y a través de la
reproducción, para las nuevas generaciones , de los códigos culturales que las formaron a ellas como mujeres.
Las abuelas
hablan de los ideales de la feminidad. El primer aspecto no es la maternidad
sino la adhesión a un código de trabajo ético y estético, el cuidado a los
hijos ya es un supuesto pero el espacio doméstico no es considerado como el
principal. Los conocimientos, habilidades
y actitudes sociales son visibilizadas en la producción, preparación y consumo
de la comida. La transferencia del “paju” consiste en un ritual doméstico donde una mujer joven comprar los
poderes o “pajus” de una mujer
reconocida en cultivar yuca, preparar chicha y curar enfermedades. En este
sentido, la reputación de las mujeres mayores es puesta a prueba de manera
continua porque las jovencitas ya no
quieren hacer tareas domésticas.
La incorporación
de las mujeres a las ferias semanales de Tena
han permitido una autonomía económica y a la vez una dependencia al
mercado. Con el desarrollo de proyectos turísticos, se abre otro espacio, que
viene a ser el comercio cultural. Las mujeres jóvenes quichuas quieren que las
abuelas les enseñen canciones o cuentos en su idioma con el fin de comercializarlos
a los turistas y ante este pedido muchas de
las mujeres adultas se han negado. La jovencitas ven un medio de
comercio la representación de los mismos elementos de la cultura de sus mayores
contra los cuales ellas se han negado.
Las abuelas ven a la televisión como un nuevo tipo de
invasión del “otro blanco”. En el pasado, ellas fueron capaces de resistir y
acomodarse a modelos raciales , morales y estéticos impuestos por los colonos
y religiosos pero con la
televisión es imposible un diálogo. La principal objeción de las abuelas
es que las jóvenes imitan los modelos estéticos, de conductas y lenguaje
que atentan contra su cultura. Las
imágenes están marcadas por el mensaje de la superioridad de la raza
blanca ante todos, de manera social y estética. Estos programas proyectan
ideales que están fuera del alcance de las jóvenes indígenas quichuas cuya agencia cultural está sujeta a
condicionamientos que limitan la
posibilidad de elección.
Si bien es
cierto que la autora ofrece una explicación parcial de un problema más intenso,
cabe notar que el análisis lo realiza a través de las narraciones e historias
de vida de las mujeres adultas del Napo que muestran una incapacidad por
controlar esta situación y una gran impotencia al ver que su lugar en una
sociedad estructurada y justificada se ve desplazada por circunstancias y
elementos foráneos incapaces de concordar o
crear diálogo. Estas mujeres se sienten en medio de una batalla donde las partes son desiguales.
La dificultad
también surge de la otra parte, de las jovencitas quichuas que tienen múltiples
elementos para formar su identidad y la responsabilidad de reinventar
identidades indígenas de género en este nuevo escenario. El nuevo escenario de
la sociedad contemporánea muestra un camino
más difícil para negociar su “autenticidad” étnica pero no imposible.
BIBLIOGRAFIA
Muratorio, Blanca
1998 Identidades de mujeres indígenas y
política de reproducción cultural en la Amazonía ecuatoriana.
Prieto, Mercedes
2005 Mujeres ecuatorianas. FLACSO. 2005